“¿De qué modo se fue construyendo esa institucionalidad que llamamos Estado y cómo se fue configurando al mismo tiempo una sociedad civil con la agregación de esos ciudadanos?” Volver a reflexionar sobre esos problemas, trabajando desde una perspectiva de historia social y cultural de la política, es  el principal aporte del libro” indica Bonaudo y añade “La idea era volver a reflexionar sobre lo político y la política, sobre ejes muy significativos como la legitimidad y la representación”.

“Es un juego en escalas, donde se ve cómo lo político y la política se expresan en distintos niveles y cómo los actores pugnan por su lugar, en un espacio, por un lado de legitimación de sus acciones y de la colocación de sus agendas públicas y a su vez de representación” señala Bonaudo con respecto a el libro, que contó con los aportes de los investigadores del CONICET Diego Mauro y Diego Roldán, ambos integrantes del instituto Investigaciones Socio-Históricas Regionales (ISHiR, CONICET-UNR), que dirige la doctora Bonaudo y también del CONICET Tucumán, María Cecilia Bravo y Diana Ferullo, y de Buenos Aires, Lisandro Gallucci.  

En el campo de la investigación histórica, como señala Bonaudo, los estudios se complejizaron e incrementaron de manera significativa a partir del proceso de recuperación democrática de Argentina. “Yo creo que hubo una necesidad en las distintas disciplinas de lo social, entre los politólogos, los sociólogos, los antropólogos políticos, los historiadores, de volver a reflexionar un poco a partir de lo que pasó con el proceso militar, y explorar las claves del porqué resultaba tan difícil construir en la realidad argentina una comunidad democrática, esta era una de las asignaturas pendientes de esta sociedad” asegura Bonaudo.

Por el otro lado, los autores del libro se enfrentaban al hecho de que se hablaba de una historia política nacional, pensada fundamentalmente a partir del área que había desarrollado mayor cantidad de estudios, que era Buenos Aires. “Las experiencias de esa realidad se proyectaban como un todo y se convertían en una especie de historia política nacional” asegura Bonaudo.

Provincias y territorios del desierto

El libro intenta poner en diálogo experiencias provinciales diferentes, una es la de Santa Fe, desde el siglo XIX hasta mediados del siglo XX, otra es la de Tucumán del siglo XIX, y otra es la experiencia de los denominados Territorios Nacionales, gestados organizativamente a partir de la década del 1880, momento en el cual dejaron de depender de espacios provinciales, como lo había establecido inicialmente la Constitución Nacional de 1853. Al respecto de los Territorios Nacionales, Bonaudo indica “Fueron espacios organizativos a los que no se les consideraba con atributos de poder y dependían directamente del Estado central”.

“Los Territorios Nacionales comprendían el área del Chaco, La Pampa y toda la Patagonia y en la mayoría de los casos estaban ocupados por comunidades aborígenes. En la lectura de los liberales de la segunda mitad del siglo XIX esos espacios eran considerados el desierto, por eso Tulio Halperín Donghi tituló su análisis sobre la organización nacional: Una Nación para el “desierto argentino”, porque indudablemente no se los reconocía como espacios poblados y mucho menos con capacidad para crear comunidades políticas e instituciones estaduales” comparte Bonaudo, y añade que esos lugares permanecieron bajo el control de los gobiernos centrales desde 1884 -cuando se dictó una ley respectiva hasta mediados del siglo XX- hasta el primer peronismo. Éste, en la década de 1950 modificó la anterior situación y se crearon las provincias que hoy conocemos.

“En este proceso de construcción de las representaciones, tanto nacionales como provinciales, no hay una linealidad, es decir, el proceso es sumamente complejo, e intervienen dinámica y dialécticamente actores del poder central, como de los espacios provinciales o de los territorios, aunque no tienen atributos de poder, pero sí reconocen la esfera municipal, o sea, los poderes locales” cuenta Bonaudo y al respecto explica que si reunían cierta cantidad de habitantes- la misma solía oscilar entre 1500, 3000, a veces 5000 personas- se podían generar municipios, es decir, podían traducir la presencia de grupos organizados de poder local en una instancia de representación como era el poder municipal.

Estos territorios tenían gobernadores, que eran designados por el poder central. Para explicar esta afirmación, Bonaudo cuenta: “Desde 1853 a 1884 se fue configurando una clase dominante de dimensiones nacionales, que no existía anteriormente, a partir de la  interacción que se daba entre los grupos de notables de los distintos espacios provinciales. En ese contexto se desarrollaron ciertos fenómenos, que para el siglo XX serían incomprensibles” cuenta Bonaudo y ejemplifica: “Sucedía por ejemplo que un miembro de una familia notable de Santa Fe, que había sido funcionario en esa provincia, se convertía en gobernador en Córdoba o en los Territorios Nacionales, es decir, alguien totalmente externo a la realidad de un lugar podía asumir funciones públicas dado el grado de circulación espacial de los miembros de las elites y los acuerdos logrados por las redes. Hoy se sabe que los liderazgos se construyen fundamentalmente a partir del espacio y desde ese espacio se proyectan.

El libro, a partir de palabras que la doctora Bonaudo comparte en el prólogo, se propone como una invitación a continuar el debate, el diálogo y la investigación sobre la problemática de las representaciones en clave comparada temporal y espacialmente.

Por Ana Paradiso
CONICET Rosario