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Martes, 26 Julio 2016
CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES

Profundizar y complejizar los estudios sobre la represión

Gabriela Águila Gabriela Águila

La Red de Estudios sobre Represión y Violencia Política articula investigaciones que afinan el análisis de las modalidades represivas vigentes durante la última dictadura y en los años que precedieron al golpe.

La Red de Estudios sobre Represión y Violencia Política (RER) reúne a un grupo de investigadores -muchos de ellos del CONICET- provenientes de distintas disciplinas del campo de las humanidades y las ciencias sociales que trabajan en el estudio de diversos aspectos de las formas que cobraron la represión y la violencia política en la Argentina en la etapa previa al último golpe militar y durante los años que se prolongó la dictadura.

“Lo que buscamos es generar un espacio de discusión y difusión para líneas de interpretación que complejizan y afinan ciertas miradas generales sobre la temática y al mismo tiempo cuestionan imágenes fuertemente establecidas en torno al accionar represivo”, cuenta Gabriela Águila, investigadora independiente del CONICET en Investigaciones Socio-históricas Regionales (ISHIR, CONICET-UNR-UNCO-UNJU) y co-coordinadora de la RER, junto a Santiago Garaño, investigador asistente del Consejo en el Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y Pablo Scatizza de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Comahue (UNCo).

La iniciativa surgió en Rosario en abril de 2014 en el marco de un taller de trabajo realizado en Rosario organizado por Águila, Garaño y Scatizza. En ese momento eran catorce investigadores y hoy ya son cerca de cincuenta. En sus dos años de existencia la red lleva organizadas dos jornadas de trabajo (abril 2015 y de 2016) y recientemente editó un libro con trabajos sobre la temática.

“La miradas que se cristalizaron y que ahora se cuestionan están vinculadas, por ejemplo, a una periodización de la etapa represiva que sitúa su comienzo en el golpe de estado del 24 de marzo de 1976 y desconoce las continuidades respecto de los años que lo precedieron; o con una generalización de lo ocurrido en el área metropolitana a todo el país, sin atender a las diferencias locales o regionales que tomó la violencia estatal y paraestatal. Algo similar pasaría con el énfasis que se puso en la dimensión clandestina de la represión que lleva a ignorar el dispositivo normativo opresivo que se puso en vigencia”, explica la investigadora.

En el caso de la Argentina en particular la reconstrucción del accionar violento de la última dictadura estuvo ligada en primera instancia a las investigaciones y denuncias de los organismos de derechos humanos. A ello habría que agregarle el informe Nunca Más elaborado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), los recorridos judiciales tramitados desde el regreso de la democracia y los testimonios y memorias de las víctimas.

“En Argentina el relato sobre la represión esta íntimamente asociado con el reclamo de verdad y justicia. Ningún estudio sobre la represión puede ignorar el trabajo realizado por los organismos de derechos humanos, la justicia o la CONADEP, no sólo en lo que refiere la obtención de una cantidad de información fundamental sino también formas de conceptualizar lo ocurrido, como la noción de ‘terrorismo de estado’ o la de ‘plan sistemático de represión’, por ejemplo”, afirma Águila.

Sin embargo, esto no había resultado hasta hace poco en el desarrollo de una línea de investigación académica sobre el ejercicio de la represión, sus modalidades, sus dispositivos y su alcances en distintos ámbitos y escalas.

“La RER apuntó a articular una serie emprendimientos que se estaban desplegando paralelamente, pero de manera aislada e individual en diferentes universidades y centros de investigación del país, que habían incorporado nuevas preguntas y perspectivas a lo investigado y reflexionado por los organismos de derechos humanos, sin por ello dejar de reconocerlo como un punto de partida fundamental”, concluye Águila.

 

Por Miguel Faigón - CONICET Sede Central